En la noche de ayer se volvió a ver una lección de buen fútbol, impartida por el maestro Arsene Wenger, todo un veterano maestro en esto de la docencia deportiva. 5 - 0. Vaya chorreo diría Boluda. El partido de ayer, a prior, fue demasiado fácil para el conjunto londinense, pero en el intrapartido se vio toda una lección de fútbol. Wenger lo tenía claro, robo rápido y desestabilización por bandas. Nasri por la derecha y Arshavin por la izquierda fueron los puñales que amenazaban la yugular portuguesa. El que daba las machetadas fue Bendtner, el danés con un futuro muy prometedor.
Todo apuntaba a que el Arsenal lo pasaría mal, sin Cesc como director de orquesta y con un Oporto que partía con ventaja. Pero Wenger, el mejor entrenador de Inglaterra, se guardaba un as en la manga. Cada año, el Arsenal vende a sus estrellas. El año pasado fueron Adebayor y Toure. El anterior, Henry. Y sus fichajes nunca son de nombre, sin embargo siempre llegan lejos en la máxima competición europea y son favoritos para la Premier.
Este año su equipo está compuesto por jovencísimos jugadores, pero que de la mano de Wenger consiguen resultados de los más óptimos. Es todo un placer ver jugar al Baby Arsenal. Cesc es una maravilla, Glichy es un portento físico, Van Persie es pura técnica, Arshavin es de lo más habilidoso que se puede ver en Europa, Rosicky sigue teniendo una temple inigualable y Nasri es un proyecto de jugador fantástico.
Por suerte, el Arsenal sigue adelante en la Champions y seguiremos disfrutando de un fútbol a base de trabajo y talento y no de millones y talonarios.
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